Parece que se avecina un acuerdo entre PNV, BNG y el PSOE para propiciar la investidura de Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno de España. Más de lo mismo. Mientras que los votantes de estos dos partidos nacionalistas pueden estar relativamente satisfechos del uso que se le va a dar a su voto (conseguir mayor autogobierno y apalabrar alguna que otra inversión del Estado en sus respectivas Comunidades Autónomas); no creo que puedan decir lo mismo las personas del llamado electorado volátil que esta vez se han decantado por la opción socialista.
Tras las elecciones en las encuestas aparecía una mayoría satisfecha con la pérdida del poder de los nacionalistas; pero mientras el juego político en nuestro país se desarrolle en los parámetros actuales, ley electoral por medio, esa supuesta pérdida es una ilusión. Siempre conservarán un poder estratégico que se moverá al vaivén de las coyunturas políticas pero que siempre estará muy por encima de los votos que obtengan en relación a otras fuerzas políticas. El alcance que tenga el acuerdo, está por ver; pero siempre estará presente la posibilidad de que el PSOE necesite al bloque PNV-BNG (8 diputados entre los dos, con un 2 % de votantes) o a CiU (11 diputados y un 3 % de votantes) para sacar adelante sus propuestas. Los márgenes de maniobra que tengan cada uno, determinarán en definitiva el alcance del acuerdo.
¿El PNV puede renunciar a su plan soberanista o están deseando que se les dé una excusa para poder concretar esa renuncia y salir del embrollo en que les ha metido su lehendakari? ¿Hasta dónde puede o quiere ir el PSOE con el tema vasco? La tozudez del lehendakari Ibarretxe puede llevar al PNV a un callejón sin salida, pero no sería la primera vez que los socialistas acuden en socorro del PNV, como en aquel lejano 1986 cuando en unas elecciones autonómicas aun sacando más diputados que el PNV, fue entregada la lehendakaritxa a un nacionalista. No recuerdo otro caso en otra Comunidad Autónoma en que la presidencia del gobierno no lo ocupase un miembro del partido que más diputados hubiera conseguido.
El flirteo que ha mantenido y mantiene el PSOE con los nacionalistas es digno de estudio de diván de psicoanalista. Ha pasado, bien por una especie de complejo, como si estuviese escrito en no se qué ley natural que determinados puestos sólo los podían ocupar los nacionalistas, como la lehendakaritxa, bien por un empeño autoimpuesto, condenado al fracaso, de intentar salvar a los nacionalistas de sí mismos y de sus propias contradicciones, intentando integrarlos en la España constitucional en la que ellos no creen, a base de concesiones. Estrategia, dicho sea de paso, que ha fracasado estrepitosamente, produciéndose el efecto contrario: a medida que han alcanzado mayores cuotas de autogobierno, sus pretensiones nacionalistas se han radicalizado. O bien, por último, por adoptar ellos mismos, los socialistas, un discurso filonacionalista, como en Cataluña. Esta contradicción parece venir de aquellos tiempos, que deberían percibirse ya como lejanos y no relevantes para la situación actual, en que los socialistas compartían trincheras con los nacionalistas en contra de la dictadura. Pero esa coyuntura histórica no debería confundirlos, socialismo y nacionalismo son incompatibles. El socialismo nació con vocación internacionalista, igualitaria; todo lo contrario que el credo nacionalista, venga de donde venga y se presente con la piel de cordero que mejor sirva a sus intereses estratégicos del momento.
Quizá los socialistas hayan aprendido del error cometido en 1986. Tras la escisión del PNV, los socialistas dieron oxígeno a unos nacionalistas debilitados y divididos, entregando la lehendakaritxa al PNV. Desde entonces, los nacionalistas han ido acumulando victoria tras victoria; copando los puestos claves de la sociedad vasca y retroalimentando su nacionalismo excluyente. Quizá sea el momento en que los socialistas aspiren sin complejos a arrebatarles la lehendakaritxa al PNV y provocar un punto de inflexión en la deriva del País Vasco, con un PNV a la baja. Eso pasa, obviamente, porque el acuerdo que se pueda dar entre el PSOE y el PNV en Madrid, no suponga un balón de oxígeno para este último y no debilite la campaña que Patxi López deba hacer en las autonómicas que se avecinan en el País Vasco, atándole de pies y manos desde Madrid. La hoja de ruta del plan Ibarretxe es lo suficientemente descabellada e inquietante como para no intentar desmontarla definitivamente con las urnas en el propio País Vasco. Pero es que, además, es de tal envergadura que sería un acto de irresponsabilidad que el PSOE intentase marginar al otro gran partido en esta situación.
Es necesario que, en los asuntos de auténtica envergadura, PSOE y PP colaboren para hacer un país, el de todos nosotros, viable e integrador. No puede repetirse, por tanto, que el PSOE suscriba acuerdos, como en la anterior legislatura, con fuerzas políticas nacionalistas excluyendo a (o en contra de) diez millones de electores, que es el apoyo electoral que suele recibir el PP, casi la mitad de españoles que votan.
El cinismo y la hipocresía política que demostraron, tanto el PP como el PSOE, a la hora de reclamar el perdido consenso, no nos permite ser optimistas. La perversión de las palabras que practican nuestros políticos llegó hasta tal punto en la anterior legislatura de que, cuando hablaban de consensos y de llegar a acuerdos, era para meter el dedo en el ojo del adversario político, no para alcanzarlos. Unos y otros se echaban la culpa. “Y tú más”, era la frase favorita. Uno y otro reclamaban unidad frente a los terroristas; y echaban la culpa al otro de haberla roto. Mientras, los ciudadanos de a pie, asistíamos atónitos al espectáculo.
A estas alturas, quizá deberíamos dejar de lado los deseos y enfrentarnos a la dura realidad. Aplicándonos el refrán de “a Dios rogando y con el mazo dando”, en lugar de confiar en lo que puedan o deban hacer los del PSOE y los del PP, más sensato y realista sería propiciar un estado de opinión favorable a un cambio en la ley electoral. Sólo con esa reforma evitaríamos que, cuando un partido necesite apoyos para sacar adelante sus propuestas, no suponga una invitación a la desmembración de España a aquellos pequeños partidos nacionalistas que están en situación de ofrecerlos a pesar de que les han votado un menor número de ciudadanos que a otros partidos de ámbito nacional. Sin ir más lejos, en estas últimas elecciones, el PNV con 300.000 votos ha conseguido 6 diputados; en cambio IU con cerca de un millón votos (963.000) sólo ha conseguido dos.
Sería el momento, quizá, de que los partidos de ámbito nacional perjudicados gravemente con esta ley injusta se unan para manifestarse públicamente a favor de esa necesaria reforma de la ley electoral para propiciar un mejor reflejo en las Cortes de la voluntad general de todos los españoles.
Javier Romero Pascual
Responsable de Comunicación de
Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (Soria)
martes, 1 de abril de 2008
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