Heraldo de Soria 27 marzo 08
"Resulta cuando menos curioso observar con qué pasión un miembro de la familia Marichalar, es decir un aristócrata con cierta raigambre soriana, al menos en Soria tiene raíz la casa solariega y la hacienda, con qué pasión, digo, lucha contra la maldad de un proyectado polígono industrial que puede abrir puertas al futuro de esta tierra y no tiene por qué desmejorar ni mucho menos destruir el bello paraje de un entorno que, en todo caso, de lo que carece es de presencia humana."
Silvano Andrés de la Morena
El periódico electrónico “El Imparcial” publicaba el pasado día 17 unas declaraciones de Álvaro de Marichalar sobre Numancia que merecen, como mínimo, un comentario. Sus palabras podrían resultar verosímiles e incluso creíbles si se cumplieran dos requisitos: el primero, que los intereses privados de su familia no anduvieran en el asunto; y el segundo, que no utilizara el tema para hacer auténtica propaganda política partidista. ¿O hemos de suponer que el señor Marichalar habla desde la desprendida generosidad, desde la asunción de que el bien común es un principio fundamental en política, desde la idea de que Soria carece de sensibilidad y prefiere el desarrollismo desaforado, que implica la destrucción de todo lo que se ponga por delante, como Numancia? Volvemos al mito la destrucción de Numancia, que, tal como lo proclama, no deja de ser, cuando menos, hiperbólico. No será porque él personalmente, como otros, no ha tenido tiempo suficiente para poner ciertas ideas en orden, para enfrentarse a algunos poderes que podrían haber tenido otras actitudes con Soria, para mostrarse crítico en el pasado cuando las necesidades fueron imperiosas… Se puede echar la culpa a la Junta de Castilla y León, a los ecologistas (quienes, por cierto, andan algo mudos e incluso ahora, no antes, echan el muerto al Gobierno regional), a la sociedad Gesturcal o a quien se desee, pero, en todo caso, cada uno deberá asumir sus responsabilidades, también el señor Marichalar, que ahora se muestra radical en planteamientos verbales, aunque algo estéril en sus propuestas, entre otras razones por eso de que toda exageración, como he escrito en algún otro momento, conduce a la insignificancia. Lo mismo sucede con otros miembros de la familia que, desde fundaciones destacadas por su relación anual con Soria, parece que en los últimos tiempos se hubieran olvidado, no de la cuestión del polígono, pero sí de una realidad más avanzada y con más poder de incidencia en el medio natural. Me refiero, como es obvio, a la Ciudad del Medio Ambiente.
El señor Álvaro de Marichalar, lanzado a la carrera política con todo su derecho y los derechos que otorga la Constitución española, tendrá, sin duda, entre sus objetivos la defensa a ultranza de la libertad de información y opinión, para él y para el resto de los ciudadanos. Desde esa defensa universal, creo que podremos decir que sus declaraciones resultan, cuando menos, sorprendentes, maximalistas, exageradas y fuera de toda realidad. Las entendemos más como propias de medios sensacionalistas que de los que buscan la información serena y ecuánime. Afirmar a estas alturas de la historia, con un impersonal en tercera del plural, que “quieren cercar Numancia como los romanos hace 2.000 años”, es una frase que más sirve a la comedia, si no a la farsa, que a la verdad objetiva. No sé a qué fuerzas devastadoras, en una tierra vacía de gente, se refiere, aunque deja entrever que a todas las posibles, intuidas, naturalmente, todas ellas como fuerzas del mal. Y ahí aparece el señor Marichalar para salvar a Numancia como caudillo celtíbero, suponemos que ayudado de forma incondicional por la diosa Epona. Habría sido interesante verlo en el pasado defender con la misma pasión a Soria cuando sus necesidades se manifestaban de la manera más sangrante. Tal vez es que acaba de despertar a la conciencia social y ha descubierto, más vale tarde que nunca, la necesidad de la lucha, influido por el estudio de las batallas entre Escipiones y caudillos numantinos. Resulta cuando menos curioso observar con qué pasión un miembro de la familia Marichalar, es decir un aristócrata con cierta raigambre soriana, al menos en Soria tiene raíz la casa solariega y la hacienda, con qué pasión, digo, lucha contra la maldad de un proyectado polígono industrial que puede abrir puertas al futuro de esta tierra y no tiene por qué desmejorar ni mucho menos destruir el bello paraje de un entorno que, en todo caso, de lo que carece es de presencia humana.
De todas formas, las voces del señor Marichalar no han hecho más que sumarse a otras de las que yo mismo emitía juicio en un artículo en esta sección el día 16. Ande la Junta de Castilla y León con las ideas claras y no se deje influir por voces agoreras que no se sabe a qué fines apuntan. Lo mismo digo de la sociedad Gesturcal. Sería una prueba de madurez y autoridad basada en el sentido común y no en la improvisación. Tampoco me gustaría dejar de comentar los silencios últimos de algunas voces, como ASDEN y el Foro Soria 21, que pareciera que anduvieran voluntariamente perdidas, sin saber, aunque se pueda intuir, a qué se debe. Sea cual sea la decisión final sobre el polígono Soria II, parece claro que no será ajena a determinadas tomas de postura sobre la Ciudad del Medio Ambiente. Se podría entender que la Junta utilizara algunas influencias, cuando no presiones, para frenar determinadas voces a su proyecto estrella en Soria, pues ya se sabe el papel de la negociación en el mundo de la política, pero resultaría bastante incomprensible que otras fuerzas que actúan, se supone, más por principios que por otras razones, cambiaran de parecer, de táctica o de estrategia en estos asuntos.
“El proyecto del Polígono Industrial Soria II toca de cerca a Álvaro de Marichalar. Se muestra firme detractor de un proyecto que, en su opinión, sólo responde a una "codicia" urbanística que se asemeja demasiado al cerco romano que vivió Numancia hace 2.000 años. El proyecto le toca de cerca, ya que su familia posee terrenos en este área considera de Interés Cultural”, resume la entrada de “El Imparcial”, firmada en Madrid por Alberto L. Marín. Bueno, pues son las palabras del periodista, no las mías las que dan en la clave de que “su familia posee terrenos en esta área”. ¿Acaso este dato no condiciona todo su juicio sobre el particular? ¿No tiene derecho el lector, entonces, a entenderlo todo como un acto de generosidad relativa? Continúa el periodista: “Por su calidad de terrateniente, conoce bien los “tejemanejes” que rodean a este plan urbanístico que no le convence un ápice”. ¿De verdad? ¿Por su condición de “terrateniente”? Si realmente existen “tejemanejes” y tan bien los conoce “por su condición de terrateniente”, ¿por qué no los da a luz pública ya, con nombres y apellidos, con pelos y señales, a todos los sorianos? ¿Los conoce por “su calidad de terrateniente” o por su condición de simple ciudadano que está bien informado? Desde luego, no es lo mismo. No podríamos decir si las atrevidas aseveraciones del periodista responden a su propia cosecha o a la información que le proporcionara el señor Marichalar. Sin duda, no resulta descabellado que el lector interprete que esa “calidad de terrateniente” se convierta en condición fundamental para que este señor se oponga, en calidad de tal más que en calidad de reciente hombre público que ha saltado a la política y que se esmera en expandir la justicia social, a la construcción de un polígono que Soria necesita y contra cuya ubicación, por ahora, nadie ha sido capaz de dar argumentos válidos más allá de frases convencionales y juicios de una generalidad tal que no aportan más que confusión y retraso para que un proyecto necesario para Soria empiece a hacerse realidad. Y permitan que emita mi juicio, tan válido como el contrario, de que el lugar ni supone devastación cultural ni rompe, más allá de lo que implica este tipo de acciones sobre la naturaleza, un marco natural que lleva virgen toda la vida y no por amor al arte, sino porque Soria se ha mantenido hasta ahora al margen de la marcha de la historia moderna y contemporánea.
Acaba la noticia de “El Imparcial”: “Vamos a investigar a fondo durante estos años, los que hagan falta, para desenmascarar en Soria y en el resto de España los casos de corrupción flagrante que están ocurriendo delante de las narices de los ciudadanos”. Y el periodista cierra asegurando que a todo ello se compromete Marichalar, que cuenta con el apoyo del partido de Rosa Díez para hacerlo. Pues así sea. El flamante partido de la señora Díez nos puede iluminar sobre la verdad de las cosas. Vale. Pero que a los sorianos los ilumine también, y al mismo tiempo, con el derecho a un desarrollo económico, industrial y de vida que merecen como los demás ciudadanos. A eso también se puede aplicar don Álvaro, mientras sueña que todos quieren expoliar Numancia cual romanos de hace dos mil años.
"Resulta cuando menos curioso observar con qué pasión un miembro de la familia Marichalar, es decir un aristócrata con cierta raigambre soriana, al menos en Soria tiene raíz la casa solariega y la hacienda, con qué pasión, digo, lucha contra la maldad de un proyectado polígono industrial que puede abrir puertas al futuro de esta tierra y no tiene por qué desmejorar ni mucho menos destruir el bello paraje de un entorno que, en todo caso, de lo que carece es de presencia humana."
Silvano Andrés de la Morena
El periódico electrónico “El Imparcial” publicaba el pasado día 17 unas declaraciones de Álvaro de Marichalar sobre Numancia que merecen, como mínimo, un comentario. Sus palabras podrían resultar verosímiles e incluso creíbles si se cumplieran dos requisitos: el primero, que los intereses privados de su familia no anduvieran en el asunto; y el segundo, que no utilizara el tema para hacer auténtica propaganda política partidista. ¿O hemos de suponer que el señor Marichalar habla desde la desprendida generosidad, desde la asunción de que el bien común es un principio fundamental en política, desde la idea de que Soria carece de sensibilidad y prefiere el desarrollismo desaforado, que implica la destrucción de todo lo que se ponga por delante, como Numancia? Volvemos al mito la destrucción de Numancia, que, tal como lo proclama, no deja de ser, cuando menos, hiperbólico. No será porque él personalmente, como otros, no ha tenido tiempo suficiente para poner ciertas ideas en orden, para enfrentarse a algunos poderes que podrían haber tenido otras actitudes con Soria, para mostrarse crítico en el pasado cuando las necesidades fueron imperiosas… Se puede echar la culpa a la Junta de Castilla y León, a los ecologistas (quienes, por cierto, andan algo mudos e incluso ahora, no antes, echan el muerto al Gobierno regional), a la sociedad Gesturcal o a quien se desee, pero, en todo caso, cada uno deberá asumir sus responsabilidades, también el señor Marichalar, que ahora se muestra radical en planteamientos verbales, aunque algo estéril en sus propuestas, entre otras razones por eso de que toda exageración, como he escrito en algún otro momento, conduce a la insignificancia. Lo mismo sucede con otros miembros de la familia que, desde fundaciones destacadas por su relación anual con Soria, parece que en los últimos tiempos se hubieran olvidado, no de la cuestión del polígono, pero sí de una realidad más avanzada y con más poder de incidencia en el medio natural. Me refiero, como es obvio, a la Ciudad del Medio Ambiente.
El señor Álvaro de Marichalar, lanzado a la carrera política con todo su derecho y los derechos que otorga la Constitución española, tendrá, sin duda, entre sus objetivos la defensa a ultranza de la libertad de información y opinión, para él y para el resto de los ciudadanos. Desde esa defensa universal, creo que podremos decir que sus declaraciones resultan, cuando menos, sorprendentes, maximalistas, exageradas y fuera de toda realidad. Las entendemos más como propias de medios sensacionalistas que de los que buscan la información serena y ecuánime. Afirmar a estas alturas de la historia, con un impersonal en tercera del plural, que “quieren cercar Numancia como los romanos hace 2.000 años”, es una frase que más sirve a la comedia, si no a la farsa, que a la verdad objetiva. No sé a qué fuerzas devastadoras, en una tierra vacía de gente, se refiere, aunque deja entrever que a todas las posibles, intuidas, naturalmente, todas ellas como fuerzas del mal. Y ahí aparece el señor Marichalar para salvar a Numancia como caudillo celtíbero, suponemos que ayudado de forma incondicional por la diosa Epona. Habría sido interesante verlo en el pasado defender con la misma pasión a Soria cuando sus necesidades se manifestaban de la manera más sangrante. Tal vez es que acaba de despertar a la conciencia social y ha descubierto, más vale tarde que nunca, la necesidad de la lucha, influido por el estudio de las batallas entre Escipiones y caudillos numantinos. Resulta cuando menos curioso observar con qué pasión un miembro de la familia Marichalar, es decir un aristócrata con cierta raigambre soriana, al menos en Soria tiene raíz la casa solariega y la hacienda, con qué pasión, digo, lucha contra la maldad de un proyectado polígono industrial que puede abrir puertas al futuro de esta tierra y no tiene por qué desmejorar ni mucho menos destruir el bello paraje de un entorno que, en todo caso, de lo que carece es de presencia humana.
De todas formas, las voces del señor Marichalar no han hecho más que sumarse a otras de las que yo mismo emitía juicio en un artículo en esta sección el día 16. Ande la Junta de Castilla y León con las ideas claras y no se deje influir por voces agoreras que no se sabe a qué fines apuntan. Lo mismo digo de la sociedad Gesturcal. Sería una prueba de madurez y autoridad basada en el sentido común y no en la improvisación. Tampoco me gustaría dejar de comentar los silencios últimos de algunas voces, como ASDEN y el Foro Soria 21, que pareciera que anduvieran voluntariamente perdidas, sin saber, aunque se pueda intuir, a qué se debe. Sea cual sea la decisión final sobre el polígono Soria II, parece claro que no será ajena a determinadas tomas de postura sobre la Ciudad del Medio Ambiente. Se podría entender que la Junta utilizara algunas influencias, cuando no presiones, para frenar determinadas voces a su proyecto estrella en Soria, pues ya se sabe el papel de la negociación en el mundo de la política, pero resultaría bastante incomprensible que otras fuerzas que actúan, se supone, más por principios que por otras razones, cambiaran de parecer, de táctica o de estrategia en estos asuntos.
“El proyecto del Polígono Industrial Soria II toca de cerca a Álvaro de Marichalar. Se muestra firme detractor de un proyecto que, en su opinión, sólo responde a una "codicia" urbanística que se asemeja demasiado al cerco romano que vivió Numancia hace 2.000 años. El proyecto le toca de cerca, ya que su familia posee terrenos en este área considera de Interés Cultural”, resume la entrada de “El Imparcial”, firmada en Madrid por Alberto L. Marín. Bueno, pues son las palabras del periodista, no las mías las que dan en la clave de que “su familia posee terrenos en esta área”. ¿Acaso este dato no condiciona todo su juicio sobre el particular? ¿No tiene derecho el lector, entonces, a entenderlo todo como un acto de generosidad relativa? Continúa el periodista: “Por su calidad de terrateniente, conoce bien los “tejemanejes” que rodean a este plan urbanístico que no le convence un ápice”. ¿De verdad? ¿Por su condición de “terrateniente”? Si realmente existen “tejemanejes” y tan bien los conoce “por su condición de terrateniente”, ¿por qué no los da a luz pública ya, con nombres y apellidos, con pelos y señales, a todos los sorianos? ¿Los conoce por “su calidad de terrateniente” o por su condición de simple ciudadano que está bien informado? Desde luego, no es lo mismo. No podríamos decir si las atrevidas aseveraciones del periodista responden a su propia cosecha o a la información que le proporcionara el señor Marichalar. Sin duda, no resulta descabellado que el lector interprete que esa “calidad de terrateniente” se convierta en condición fundamental para que este señor se oponga, en calidad de tal más que en calidad de reciente hombre público que ha saltado a la política y que se esmera en expandir la justicia social, a la construcción de un polígono que Soria necesita y contra cuya ubicación, por ahora, nadie ha sido capaz de dar argumentos válidos más allá de frases convencionales y juicios de una generalidad tal que no aportan más que confusión y retraso para que un proyecto necesario para Soria empiece a hacerse realidad. Y permitan que emita mi juicio, tan válido como el contrario, de que el lugar ni supone devastación cultural ni rompe, más allá de lo que implica este tipo de acciones sobre la naturaleza, un marco natural que lleva virgen toda la vida y no por amor al arte, sino porque Soria se ha mantenido hasta ahora al margen de la marcha de la historia moderna y contemporánea.
Acaba la noticia de “El Imparcial”: “Vamos a investigar a fondo durante estos años, los que hagan falta, para desenmascarar en Soria y en el resto de España los casos de corrupción flagrante que están ocurriendo delante de las narices de los ciudadanos”. Y el periodista cierra asegurando que a todo ello se compromete Marichalar, que cuenta con el apoyo del partido de Rosa Díez para hacerlo. Pues así sea. El flamante partido de la señora Díez nos puede iluminar sobre la verdad de las cosas. Vale. Pero que a los sorianos los ilumine también, y al mismo tiempo, con el derecho a un desarrollo económico, industrial y de vida que merecen como los demás ciudadanos. A eso también se puede aplicar don Álvaro, mientras sueña que todos quieren expoliar Numancia cual romanos de hace dos mil años.
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