viernes, 23 de mayo de 2008

ETA y Francia

La detención en Francia de varios miembros de ETA revela dos aspectos antitéticos de una misma realidad: por un lado, que Francia colabora en la lucha contra el terrorismo etarra; por otro lado, que Francia sigue siendo el refugio habitual de esos asesinos, lo cual es prueba inequívoca de que, pese a todo, el país vecino no hace todo lo que está en su mano para acabar con ETA.
En cierto modo, es comprensible. Al Gobierno francés nunca le interesará convertir a su territorio y a su población en objetivo terrorista. Pero desde el punto de vista moral cualquier permisividad resulta mucho más discutible, aunque no sea absoluta.
De todos modos, yo no quería hablar de la actitud de Francia hacia ETA, sino de la actitud de ETA hacia Francia. Es cierto que no se puede pedir coherencia ni lógica a una horda de sangrientos canallas, fanáticos descerebrados, abortos humanos privados apenas de intelecto. Pero los que sí tenemos cerebro entre las orejas y lo utilizamos, con mayor o menor acierto, para algo más que para distinguir el papel higiénico de los billetes de cien euros, no deja de resultar chocante la falta absoluta de sentido que tiene hacer de España el blanco exclusivo de la ira etarra, cuando se supone que Francia es igual de culpable de la "aflicción que sufre el pueblo vasco".
Desde el (deformado) prisma nacionalista (ponga bombas o no), la potencia extranjera que ocupa y divide el País Vasco no es solo una, sino dos: España y Francia. Dos Estados opresores, dos naciones invasoras que maltratan al pueblo vasco y le privan de sus derechos. Suena hilarante, pero los nacionalistas se lo creen a pies juntillas.
Siendo así, ¿cómo es que ETA prácticamente sólo actúa en España, contra intereses españoles, contra ciudadanos españoles, contra policías, militares, políticos, funcionarios españoles? ¿Por qué no pone ETA bombas en el aeropuerto Charles de Gaulle? ¿Por qué no mata a gendarmes ni a militares franceses? ¿Por qué no asesina a militantes del PSF o de la UMP? ¿Por qué no llevan escolta los jueces del País Vasco Francés? ¿Por qué no peligra la vida de los alcaldes y concejales de los pueblos de esos territorios?
Por supuesto que no estoy pidiendo a ETA que, para variar, se dedique a matar franceses. ETA debe desaparecer y sus miembros tienen que ir a la cárcel, que es su inevitable destino. Lo que pretendo es poner de manifiesto una incongruencia que, por pura costumbre, ya nos pasa desapercibida.
Podría pensarse que Francia, al ser una democracia más antigua, no ha hecho tanto como España para ser blanco de la ira terrorista. ¿Es eso cierto? ¿Qué grado de autonomía tiene Iparralde en Francia? ¿Qué parlamento regional existe allí? ¿Qué leyes protegen el euskera en Francia? ¿Cuál es el uso institucional del euskera y su fomento en las escuelas francesas? ¿Qué privilegios fiscales tienen los vascos de Francia? ¿Qué trato de favor ha recibido el País Vasco Francés en las inversiones públicas, en infraestructuras, en industria, en desarrollo?
Yo creo que la respuesta es muy clara: ETA es un producto de la historia de España y el nacionalismo separatista es producto del carácter español. La soberbia española, el individualismo español, la altanería española, el papanatismo español. Y lo vasco es la máxima expresión de esa forma de ser de España. ETA mata en España porque ETA es de España. Es vasca, pero española. Es tan española como todos los vicios de nuestra personalidad que desde hace siglos nos impiden ponernos a la altura de las circunstancias. Ojalá algún día acabemos con ETA, pero mucho me temo que antes habremos de acabar con todos esos atávicos residuos del hombre de Atapuerca que aún llevamos impresos en la piel.

Diego Esteban

viernes, 16 de mayo de 2008

TERRORISMO

No era este, ni mucho menos, el tema elegido para hablar esta semana. Es más, tenía suficientes motivos para centrarme en el Numancia y las celebraciones del fin de semana, pero resulta que unos animales descubren en mi palabras de desprecio que no creía tenía en mi vocabulario.
Quizá lo mejor que puedo hacer es no prestarles atención, no dedicarles ni una palabra dado que han demostrado que no merecen la más mínima atención. Pero qué pasa con las víctimas y sus familias, con aquellos que únicamente parecen engrosar una estadística y a los que es muy posible olvidemos pasados unos días.
Cómo es posible que unos individuos amparados en nosequé derechos sean capaces de decidir en quien debe morir y quien no, en perpetrar viles atentados a los que, por desgracia, parece que ya estamos medio inmunizados. Claro que ayer escuchábamos todos con atención la noticia, veíamos con espanto como había quedado la casa-cuartel y que muchos de los comentarios entre amigos y familiares iban a versar casi sobre este tema y que, todavía escuchamos voces, con demasiada frecuencia, que parecen excusarlos.
Claro que lo más fácil ahora es hablar de unidad, de estar todos juntos contra el terrorismo. Y antes ¿qué? Cómo es posible que a estas alturas del siglo XXI y en un país como España sea todavía un tema que algunos políticos usen para manipular a los votantes. Escucho ahora que en el Congreso ha existido unidad y que parece que se han olvidado las trifulcas entre los dos partidos mayoritarios ¡Ya era hora!
Por supuesto que debemos demostrar más respeto, más temple que los asesinos, pero basta ya de prerrogativas, de beneficios que han demostrado que a esas mentes no hay nada que les intimide. No, por supuesto que no hablo de pena de muerte ¡faltaría más! Pero sí del cumplimiento íntegro de las condenas, de pérdidas de beneficios penitenciarios. Sí, demostrarles que somos un país democrático, pero que paguen por sus delitos, por su falta de respeto no por las leyes, que aquí es algo secundario, sino por la vida.
Pero sobre todo no olvidemos que los asesinados (y los heridos, que parece que no cuentan), en esta ocasión Juan Manuel Piñuel Villalón, tienen nombres y apellidos y una familia que tardará en recuperarse, si lo hace algún día. Así que basta de palabrería y buenas formas en instantes como estos y unidad, pero de verdad, para terminar con la lacra que supone el terrorismo y aquellos que los amparan con palabras o mirando para otro lado. Y si las leyes actuales son suaves con el terrorismo y nos hacen creer a la mayoría de los españoles que las penas son irrisorias ya saben los legisladores lo que deben hacer, pues que a nadie se le olvide que los jueces no pueden (o al menos no deben) saltarse las leyes, en ningún sentido.