¿Y qué me dicen de "la alternativa"? En estas páginas se ha producido cierto cruce agrio de opiniones a cuenta de la Educación para la Ciudadanía; pero "la alternativa" también tiene su "aquél".
Les cuento: en los centros de infantil y primaria sostenidos con fondos públicos, cuando nos referimos a "la alternativa" hacemos alusión a las "otras" actividades que realizan los alumnos que no reciben educación religiosa (católica, por supuesto) Durante las horas de "alternativa", el profesor no puede adelantar en el currículo, so pretexto de no perjudicar a los que han optado por recibir formación religiosa. "La alternativa", a diferencia de la Educación para la Ciudadanía, no tiene contenidos propios, específicos; son "otras" actividades. ¿Qué actividades? Créanme si les digo que en el centro educativo en el que estoy prestando mis servicios en Madrid, ante la pregunta de un padre de "alternativa" no hubo manera de darle una respuesta mínimamente coherente a esa pregunta. Pues si no se puede adelantar en el currículo, el cual abarca todos los aspectos del desarrollo en la personalidad del niño, sobre todo en Infantil, mi especialidad, no sé qué otra cosa se puede hacer. En el fondo, se "aparca" a los niños de "alternativa" en el centro para que, mientras a sus compañeros, se les adoctrine en un credo religioso. Evidentemente, los funcionarios profesionales de la educación no estamos en nuestros centros de trabajo para boicotear las leyes, sino para cumplirlas, por mucho que estén pergeñadas con los pies, como es el caso. Tanto insistió el padre demandando algo mínimamente coherente (estaba en su derecho, por otra parte) que el director de mi centro, en un arranque de sinceridad, reconoció sin más que los niños de "alternativa" tenían que estar en el centro porque era horario escolar, pero que no había nada específico que ofrecerles.
Concluyendo, con fondos públicos, pagando al profesorado de religión y utilizando las instalaciones del Estado, no sólo se adoctrina a nuestros alumnos en una religión que por muy mayoritaria que sea un Estado mínimamente serio no tiene por qué sufragarla, ni colaborar en su difusión; sino que además obliga a aquellos alumnos de padres agnósticos o de otras religiones minoritarias, a perder el tiempo, so pretexto de que los católicos no se queden rezagados en su proceso educativo. Esta situación es a todas luces, inaceptable.
¿No es un argumento en contra de la Educación para la Ciudadanía que el Estado no puede adoctrinar en una determinada ideología? ¿Qué hace entonces, colaborando con la difusión de un credo religioso? ¿Dónde está el portavoz de "la episcopal" renunciando a tal privilegio? ¿Dónde están los liberales conversos de última hora denunciando tal situación? Quizá, como algunos sospechamos, el problema no es si el Estado adoctrina o deja de adoctrinar, sino quién lo hace aprovechándose de los recursos de ese Estado.
Javier Romero Pascual
DNI 72.875.856-B
viernes, 17 de octubre de 2008
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