Once millones ya no pueden alegar duda o desconocimiento: el partido al que votan está decididamente a favor de la política de marginación del uso del castellano en la educación (por lo menos) que practican los gobiernos autonómicos de algunas comunidades bilingües.
En el marco de su XXXVII Congreso, el PSOE ha dado a conocer un documento en que concreta su postura oficial (aunque probablemente no unánime) acerca de la política lingúística. Al menos, debemos agradecer que despeje todas las dudas. Ya nadie podrá alegar la esperanza de que la base nacional del partido se acabe imponiendo sobre sus minorías centrífugas. No. El PSOE ha escogido oficialmente dar la espalda a sus votantes a cambio de mantener el apoyo de los rivales políticos con cuya colaboración se mantienen en el poder.
El texto es todo un tratado de hipocresía verbal y un compendio de falacias y vaguedades sacadas de contexto. Su hilo argumental se basa en responder a críticas que nadie formula, obviando los aspectos de la política lingüística que sí son objeto de reproche.
Así, se repite por activa y por pasiva la idea de la "competición entre lenguas" y de la "buena salud" de que goza el castellano. Nadie ha hablado de eso. No se trata de que una lengua siga siendo la tercera más hablada del mundo o de que, entre sí, las distintas lenguas españolas estén o no en competencia. De lo que se trata es de los derechos individuales de los ciudadanos. Ésos son los que se están vulnerando sistemáticamente. ¿Qué más le da a un castellanohablante de Cornellà o de Ponteareas si en México su idioma no está amenazado, cuando lo que no puede hacer él, en concreto, es llevar a sus hijos a una escuela en que, siquiera parcialmente, se les enseñe en su lengua materna? ¿Qué le importa a un empleado de la Comisión Nacional de las Telecomunicaciones que cada vez haya más alemanes interesados en aprender español, si cuando a él le obligan a trasladarse de Madrid a Barcelona se encuentra con que sus hijos van a perder meses, o incluso años, en familiarizarse con una lengua que les es ajena y en que nunca podrán rendir como en la suya propia? ¿No es eso marginar? ¿No es eso imponer peores condiciones de enseñanza a los castellanohablantes que a los hablantes de la lengua regional?
De eso no habla el documento del PSOE.
En él se habla de "plurilingüismo" sin concretar el significado de la palabra. Lo que quiere decir el plurilingüismo del PSOE es que debe fomentarse el mosaico territorial de lenguas, para preservar este supuestamente rico patrimonio cultural. Pero no habla de que cada habitante de España pueda entenderse con los habitantes de las demás regiones, ni de que todos los españoles puedan mudarse a cualquier punto del país con la certeza de que el idioma no será un obstáculo, porque siempre habrá oferta de servicios en la lengua común y el desconocimiento de la lengua regional nunca será un obstáculo para acceder al empleo o a la función pública. El plurilingüismo del PSOE es Babel, no entendimiento. Una España convertida en museo de lenguas para que vengan los filólogos de todo el mundo a estudiar el fenómeno, como quien va a Madagascar a estudiar su insólita fauna.
Cuando el documento dice que el modelo educativo de Cataluña, con el catalán como lengua vehicular, evita la división y la fractura social, no aporta ningún dato concreto. Es un juicio de valor sin más, sin sustento estadístico ni sociológico. Y fácilmente rebatible. Los castellanohablantes que no pueden estudiar en su idioma tienen, de forma inevitable, un rendimiento inferior en los estudios. El fracaso escolar entre ellos es abrumadoramente superior, lo que les aboca a un futuro profesional menos prometedor. Y esto lo saben también los nacionalistas, como Joan Antoni Duran Lleida, que durante el franquismo dirigió una indignada carta a la UNESCO denunciando la situación de miles de niños catalanohablantes que no podían educarse en su lengua materna. A pesar de que, incluso en aquella época, muchas escuelas catalanas (sobre todo en el medio rural) impartían sus clases en la lengua regional. Hoy en día, en cambio, es más fácil encontrar una escuela francófona o anglófona que hispanohablante. Ésta no existe en Cataluña.
En cuanto a la legitimidad legal de las políticas lingüísticas nacionalistas, es dudoso que, como afirma el documento del PSOE, el modelo consagrado en la Constitución sea el de supresión de la lengua común en los ámbitos educativos, administrativos y medios de comunicación públicos de las comunidades bilingües, para que, poco a poco, vayan convirtiéndose en monolingües. Pero, aunque tampoco está claro que la Constitución se oponga expresamente a ese proceso, eso no significa que debamos aceptarlo. La Constitución no es un libro sagrado, sino un marco legislativo en que caben muchas cosas buenas, y también muchas malas.
Por otra parte, es cierto que la Ley 7/1983 catalana de política lingüística fue aprobada por "unanimidad,incluido el PP", y que el TC confirmó su adecuación a la Constitución. Lo que no dice el PSOE es que la ley consagra el equilibrio entre catalán y castellano en la enseñanza, y que el desarrollo reglamentario de esa norma se ha convertido en una burla a la legalidad, pues son los reglamentos los que imponen el monolingüismo educativo, saltándose a la torera la ley de rango superior. Los reglamentos no se pueden llevar al TC, sino que son objeto de control por la justicia ordinaria, y ésta se ha pronunciado reiteradamente en el mismo sentido: los padres tienen derecho a elegir la lengua de educación de sus hijos. ¿Cómo cumple el gobierno autonómico estas sentencias? Marginando a los hijos de los padres demandantes en aulas separadas. Una clase en castellano sólo para ellos. De esa manera, consiguen amedrentar a los demás padres, para que no hagan a sus hijos pasar por esa humillación. Toda una demostración de espíritu democrático.
Ya está bien de hipocresía. Ya está bien de mirar para otro lado. Once millones de votantes del PSOE no pueden estar de acuerdo con esto. Demos por perdida la causa de los votantes nacionalistas, pero once millones de votantes del PSOE no pueden ser cómplices de este disparate.
¿No se dan cuenta de lo que viene después? Cuando la enseñanza manipuladora y adoctrinadora de los nacionalismos periféricos haya "educado" a dos generaciones enteras de catalanes, vascos, gallegos, etcétera, estará allanado el camino hacia la desintegración de España. Y, aunque no sea por fidelidad a una patria cuya adscripción sentimental quizá sea cosa de épocas pasadas, no debemos permitirlo por muchos otros motivos. Porque cada frontera que se levanta en el mundo es mucho más que una frontera entre países: es una frontera entre personas. Porque la Unión Europea es exactamente lo contrario a esa tendencia segregadora. Porque no podemos consentir que ideologías de tan baja calidad moral como el nacionalismo ganen la partida. Porque ese tipo de ideologías han sido la causa de los grandes desastres de la historia del mundo y, muy especialmente, de la europea. Porque, aunque desde Madrid o Valladolid cueste hacerse una idea de ello, la independencia no deseada de sus regiones supondrá un drama para millones de personas que no quieren ser extranjeros en su tierra ni dejar de ser españoles. Porque, si finalmente se llega a esa situación, habrá sido mediante el engaño sistemático a varias generaciones de españoles incautos que se han dejado robar la cartera como idiotas. Sí, como idiotas.
Votantes de PSOE: no tenéis excusa. El PP podrá no despertar vuestras simpatías, pero si no votáis a una opción minoritaria es porque no os da la real gana, no porque penséis que no tiene opciones. ¡Las tendría con vuestro apoyo! Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía ya ha demostrado que el simple temor a perder una parte del electorado puede hacer que partidos como el PSC cambien de estrategia. Con un poco más de apoyo vuestro, se puede conseguir que, además, cambien de política. Está en vuestras manos. No nos defraudéis más. No os defraudéis.
domingo, 6 de julio de 2008
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