No disfruto criticando a un grupo de concejales que, en muchos casos robando tiempo a sus propias ocupaciones, se dedican con la mejor voluntad del mundo a facilitar la vida a sus convecinos. Los que se dedican a la política de los pequeños municipios sin que les mueva ningún interés merecen mi respeto y admiración. Pero resulta que algunas decisiones son difíciles de entender. Es el caso de la decisión de Aytº de Covaleda de no renovar el contrato con la JCyL para la gestión del Raso de la Nava en los términos en los que se estaba planteando. En mi modesta opinión es un error incomprensible. Dicha decisión ha supuesto que se esfumara una inversión en el pueblo de 6 millones de euros. ¡Cuatro veces el presupuesto previsto para este año! Dado que la JCyL no renuncia a prestar el servicio que daba en el Raso de la Nava, esa cantidad o similar está a punto de aterrizar en otro pueblo gobernado por una corporación municipal más sensata que, supongo, sin dar crédito a su buena suerte, la recibirán con los brazos abiertos. La razón aducida para no firmar un acuerdo tan ventajoso para el pueblo, no es aceptable. Nada más y nada menos se pretendía desde el Aytº de Covaleda que la JCyL se comprometiera a contravenir la normativa para que la piscina futura pudiera ser compartida por los vecinos del pueblo y los usuarios del campamento juvenil. Y ahora nos quedamos sin esos seis millones y seguimos sin piscina. Mira que bien. El gobierno anunciando a bombo y platillo los fondos que van a dar a los Ayuntamientos para paliar los efectos de la crisis y el Aytº de mi pueblo, con una actitud inaudita de soberbia, desprecia esos seis millones de euros que tenía prácticamente en la mano. ¡Es para no creérselo!
La prudencia y la sabiduría popular aconsejarían hacer caso al refrán de “más vale pájaro en mano, que ciento volando”. Mucho más en este caso, pues bien hermoso era el pájaro: ¡seis millones de euros! Pero además en un momento de crisis económica, la inversión y gestión pública es una garantía mucho más sólida que la iniciativa privada. Descartada definitivamente la opción de la JCyL, el Aytº pretende ofrecerla a la iniciativa privada en una situación de debilidad dada la situación económica actual y como último recurso. Ojalá el pueblo de Covaleda, en su conjunto, no unos pocos, salga beneficiado. Yo sería el primero en celebrarlo. Pero independientemente de cómo acabe el asunto, seguirán quedando aspectos poco claros sobre cómo se ha gestionado y que el alcalde, cómo último responsable, quizá debería aclarar. En primer lugar ¿hasta qué punto se tenía conciencia que se estaba planteando una exigencia que, en ningún caso, la JCyL podía cumplir ya que supondría comprometerse públicamente a contravenir la normativa referente al uso de las piscinas? ¿Hubo en algún momento verdadera intención por parte del alcalde de llegar a un acuerdo o antes de iniciar la negociación ya se había tomado la decisión de no renovar el contrato y sólo se buscó proponer algo que no pudiera ser aceptado para justificarla sin tener que dar otras explicaciones? ¿Dispone el Aytº de algún tipo de información que le permita pensar que la iniciativa privada puede hacerse cargo de las instalaciones de forma más ventajosa para el pueblo? Si es así, ¿desde cuando, cómo ha llegado al Aytº y si es compartida por todos los miembros de la corporación? ¿Es posible, incluso, que la irresponsabilidad del equipo de gobierno socialista llegue hasta tal extremo que se hayan dejado escapar esos seis millones sin saber si son posibles otras alternativas? Demasiadas preguntas, pero todas necesarias, a mi entender, para intentar comprender una decisión que parece incomprensible. Lo cierto y verdad es que la gestión socialista de Covaleda en estos últimos años se está caracterizando por oponerse sistemáticamente a cualquier planteamiento de la administración autonómica, a pesar de que tal postura está siendo perjudicial para los intereses del pueblo y, en el caso del fallido referéndum, se rozase el ridículo. ¿Hasta cuándo? Tanto si la piedra da al cántaro, como el cántaro a la piedra, mal para el cántaro. Esto hay que tenerlo claro, y saber quién es el cántaro, que a estas alturas, parece mentira, algunos todavía no se han enterado.
Javier Romero Pascual
DNI 72.875.856-B
martes, 20 de enero de 2009
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